Leishmaniosis o Leishmaniasis canina

Leishmaniasis flebótomos Phlebotomus


La leishmaniosis canina (LC) es una enfermedad presente en los países del Mediterráneo. Las leishmanias son parásitos que completan su ciclo biológico en dos hospedadores: dentro de unas células sanguíneas (concretamente las del sistema mononuclear fagocitario) de un animal que actúa como reservorio y en el tubo digestivo de un insecto, que actúa como vector (transmisor). Todas las formas de leishmaniosis humana y canina se transmiten por la picadura de mosquitos llamados flebótomos, principalmente Phlebotomus y Lutzomyia. Los síntomas más frecuentes son los cutáneos, presentes en en el 80 % de los animales enfermos.

La leishmaniosis puede causar enfermedades graves e incluso letales en personas que tengan sistema inmunitario alterado. Las medidas de prevención de la infección, por lo tanto, tienen un papel importante en el control de la leishmaniosis canina. Una de las medidas más lógicas puede consistir en disminuir las probabilidades de contacto de los perros con los mosquitos.


¿Qué es la leishmaniosis canina?


La leishmaniosis canina (LC) es una enfermedad típica de los países del Mediterráneo y que también se presenta, ocasionalmente, en el norte de Europa en perros que han estado en zonas endémicas.


¿Qué produce la leishmaniosis canina ?

Las leishmanias son parásitos que completan su ciclo biológico en dos hospedadores: dentro de unas células sanguíneas (las del sistema mononuclear fagocitario) de un vertebrado que actúa como reservorio y en el tubo digestivo de un insecto, que actúa como vector (transmisor). Dentro del insecto recibe el nombre de promastigote. El parásito es alargado con un tamaño variable de 15 a 20 mm de largo por 1,5 a 3 mm de ancho y presenta un largo flagelo. Esta también es la forma que se encuentra en los cultivos. En el interior de las células del animal, Leishmania recibe el nombre de amastigote. Esta forma es ovoide, sin flagelo libre, y tiene un tamaño de 2 a 5 mm de largo por 1,5 a 2,5 mm de ancho.


¿Cómo se transmite la leishmaniosis canina?

Todas las presentaciones de leishmaniosis humana y canina se transmiten por la picadura de mosquitos llamados flebótomos, principalmente Phlebotomus y Lutzomyia.

Bien es cierto que existen otros insectos vectores y que se han descrito esporádicamente transmisiones directas (secreciones, jeringuillas, intrauterinas y trasfusiones sanguíneas) pero aún no se conoce la verdadera importancia de estas vías de transmisión. Además, se han descrito casos esporádicos autóctonos en países en los que no existen mosquitos. Sin lugar a dudas, en la leishmaniosis del Mediterráneo el flebótomo es el principal vector. Los flebótomos son pequeños mosquitos de 2-3 mm de tamaño que están distribuidos por todos los continentes, entre los paralelos 50º N y 40º S. Se localizan entre el nivel del mar y los 1500 metros. Tienen una baja movilidad, y las horas de máxima actividad son las del amanecer y las del atardecer. En España son frecuentes entre los meses de Junio y Septiembre. En este período es cuando la hembra del flebótomo, la única que se alimenta de sangre, sale a buscar comida y por tanto succiona sangre de vertebrados. Esta baja movilidad explica que puedan existir zonas endémicas localizadas y que la presencia de casos puntuales en zonas no endémicas sea debida a la entrada de animales infectados. En España las especies de flebótomos más frecuentes son Phlebotomus perniciosus y Phlebotomus ariasi.


¿Cuándo debemos sospechar de la leishmaniosis canina?


Los síntomas más frecuentes de leishmaniosis canina son los cutáneos, que se presentan, aproximadamente en el 80 % de los animales enfermos. La inflamación de los ganglios, presente en un 70% de los pacientes, y los síntomas generales (fiebre, apatía, adelgazamiento y atrofia muscular) presentes en un 40%, son también muy frecuentes. Luego se abre un amplio abanico sintomático que incluye síntomas renales, síntomas oculares, incremento del tamaño del bazo, incremento del tamaño del hígado, dolor, cojeras, diarrea, sangrado por la nariz, curvatura y rotura de las uñas, fiebre, ictericia, síncopes o tos; que aparecen de forma variable con tantos por cientos de aparición que oscilan entre el 1% y el 20 % según los diferentes autores.

Los síntomas cutáneos son la alopecia, endurecimiento de la piel, el pelo fino y sin brillo, la descamación, las úlceras, la aparición de nódulos y pústulas, también suelen aparecer nódulos en las mucosas. De los síntomas oculares, destaca la inflamación de los párpados, conjuntivitis, queratitis seca, uveitis y celulitis orbitaria; lesiones que pueden conducir a un glaucoma o incluso a la ceguera.

La alteración renal más frecuente en la leishmaniosis canina es la glomerulonefritis. En los animales se manifiesta con proteinuria que puede evolucionar a un síndrome nefrótico y en algunas ocasiones finalizar en una insuficiencia renal. Los síntomas digestivos clásicos son la diarrea con o sin sangre y los vómitos; ambos relacionados con colitis o secundaria a los problemas renales. La hepatitis crónica se observa de forma ocasional. El sangrado por la nariz, presente en un 10% de los casos, es uno de los síntomas más difíciles de explicar, ya que en su etiología se barajan la vasculitis, la trombocitopenia y las coagulopatías.


¿Cómo podemos confirmar la leishmaniosis canina?

Uno de los principales problemas de la leishmaniosis canina es el diagnóstico. En los casos avanzados, con los síntomas clásicos bien descritos en la literatura, el diagnóstico puede resultar fácil. Sin embargo, en muchos otros casos, debido a que los síntomas son variables y similares a otras enfermedades, a que las lesiones histopatológicas no son definitivas y a que no existe un test 100% sensible, llegar a un diagnóstico de leishmaniosis supone evidentes quebraderos de cabeza. Es importante, por lo tanto, conocer y profundizar en las principales técnicas con las que contamos para el diagnóstico de la leishmaniosis canina. Otro problema importante es el seguimiento posterior del animal durante y después del tratamiento.

El diagnóstico más fiable de la leishmaniosis canina es la observación del parásito. Puede conseguirse con punciones de médula ósea (principalmente en costilla, aunque también en fémur y pelvis) o de ganglio linfático y con su posterior tinción. Es un método sencillo, rápido, económico y relativamente poco traumático. La presencia de un sólo parásito en el interior de las células se considera diagnóstica de infección. Las biopsias de piel constituyen también un método útil de diagnóstico de la leishmaniosis canina.

El cultivo de los parásitos a partir de distintas muestras clínicas en distintos medios de cultivo (NNN, RPMI-16/40, HQ-MEM, Schneider) también puede ser utilizado para el diagnóstico.

Otra manera de diagnosticar la leishmaniosis canina es la detección de anticuerpos anti-Leishmania circulantes mediante técnicas de diagnóstico serológico. Las conclusiones más interesantes son que la IFI, el ELISA, el TAD y el WB ofrecen resultados muy parecidos y son muy sensibles.

Otras técnicas de diagnóstico son la detección del ADN del parásito. Estas técnicas se llaman moleculares de análisis de ácidos nucleicos. La más conocida es la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) que permite un diagnóstico de alta sensibilidad y especificidad, ya que amplifica fragmentos específicos de ADN del parásito.


¿Hay tratamiento para la leishmaniosis canina?

El tratamiento de la leishmaniosis canina es un campo que ha concentrado la actividad de numerosos grupos de investigadores en los últimos años. Las actuales terapias raramente eliminan la Leishmania de los perros y la curación completa es una excepción. Las recaídas, que necesitan nuevamente tratamiento, son frecuentes; aunque algunos perros llegan a estar clínicamente sanos. Sin embargo, a pesar de estos problemas, el tratamiento de la leishmaniosis ha mejorado extraordinariamente en los últimos años. Esto se ha debido, por un lado, a la mejora en la calidad clínica y de los medios de los veterinarios y por otro, a la aparición de nuevos medicamentos.

La eutanasia por leishmaniosis canina, sólo debe plantearse en los casos de leishmaniosis que puedan tener graves consecuencias de salud pública, en los que el estado de salud limite las posibilidades de éxito (insuficiencia renal) o en los que el propietario lo requiera.

Antes de empezar el tratamiento de la leishmaniosis canina siempre hay que recordar que es largo (muchas veces indefinido), caro y que muy pocas veces se llega a la curación total del perro.

Hay muchos fármacos que han mostrado eficacia en el tratamiento de la leishmaniosis canina, sin embargo los más estudiados y utilizados son las sales de antimonio y el alopurinol.

La elección de un protocolo terapéutico es solo uno de los problemas a los que se enfrentan los veterinarios que se ocupan de casos de leishmaniosis canina. Otros problemas de difícil solución consisten en el seguimiento de los pacientes durante y después del tratamiento y en adoptar la difícil decisión de suspender el tratamiento. La mayoría de autores piensan que la leishmaniosis nunca se elimina y reaparece si se detiene el tratamiento. Sin embargo, se sabe que en muchos animales un tratamiento apropiado, tanto en lo referente al momento de inicio como en el medicamento utilizado, puede inducir un cambio en la respuesta inmunitaria del paciente y en consecuencia conseguir la curación clínica del mismo.

La mayoría de veterinarios realizan controles cada 6 meses y utilizan como veremos para valorar la evolución del animal: la desaparición de los signos clínicos, la normalización del proteinograma y los valores hematológicos y bioquímicos, la titulación de anticuerpos anti-Leishmania y la presencia de parásitos en el perro.


¿Se puede prevenir la leishmaniosis canina?


La la leishmaniosis canina es una zoonosis que puede causar enfermedades graves e incluso letales en personas que tengan sistema inmunitario alterado, principalmente niños, ancianos, personas con SIDA y personas bajo tratamientos inmunosupresores. Sin embargo, hay que recordar que sigue sin existir una relación directa entre los índices epidemiológicos de la leishmaniosis canina y de la leishmaniosis humana. Aunque los casos de leishmaniosis canina aumentan, no se observa en las mismas zonas un incremento de los casos en humanos. La leishmaniosis canina es una enfermedad muy difícil de erradicar, ya que tiene un período de incubación largo, su diagnóstico es difícil, existen perros que aunque tienen el parásito, no presentan síntomas y hay otros posibles hospedadores. A todo esto, se une la falta de tratamientos definitivos o vacunas efectivas.

Las medidas de prevención de la leishmaniosis canina, por lo tanto, tienen un papel importante en el control de la LC. Una de las medidas más lógicas puede consistir en disminuir las probabilidades de contacto de los perros con los vectores. Así, es recomendable evitar que los perros duerman en el exterior o disminuir los paseos al atardecer o al amanecer. La utilización de mosquiteras también es una buena alternativa. Además de estas medidas clásicas, algunos autores abogan por el uso de insecticidas u otros repelentes de mosquitos, especialmente los que contienen deltametrina, que según sus estudios parece ser un potente repelente de los flebótomos. Sin embargo, siguen sin existir medidas profilácticas que permitan asegurar una protección completa de los perros y de las personas.

 



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