El lobo tercera parte

 

Parte III:
Diferencias entre
el lobo y el perro


 


 

Si bien es cierto que el perro tal como lo conocemos hoy día comparte con su antecesor salvaje patrones básicos de comportamiento, no menos cierto es que a lo largo del proceso evolutivo que denominamos domesticación se produjeron cambios morfológicos, fisiológicos y comportamentales que hicieron que el perro se diferenciara del lobo.

Cambios morfológicos

Los primeros resultados de la domesticación consistieron en la aparición de un tipo de perro de menor tamaño que el lobo, con dientes más pequeños y mandíbulas menos potentes. Sin embargo, una de las consecuencias más importantes de la domesticación es que los animales obtenidos por este proceso muestran una gran variabilidad intraespecífica. Esto permitió que aparecieran razas caninas de tamaños sumamente diversos, a través de un proceso selectivo que abarcó a numerosas generaciones de perros. Es así que hoy en día podemos observar desde perros del tamaño de un chihuahua hasta del de un gran danés.

Las diferencias morfológicas también se manifestaron en el sistema nervioso central. El animal doméstico presentó una disminución del peso del cerebro y una reducción del volumen del cráneo. Por ejemplo, este cerebro es de 150 a 170 centímetros cúbicos en el lobo y supera en al menos 30 centímetros cúbicos al de la mayoría de los perros; mientras el tamaño promedio del cerebro del lobo es al menos un sexto más grande que el de un perro de similar estructura física.

Cambios fisiológicos

Estos cambios producidos por la domesticación fueron más notorios a nivel del funcionamiento reproductivo. El lobo alcanza la madurez sexual aproximadamente a los dos años de edad, las hembras presentan un solo celo al año hacia fines del invierno y principios de primavera y el tamaño medio de la camada es de cuatro cachorros. En cambio, en el perro la madurez sexual aparece más de un año antes, las hembras presentan aproximadamente dos celos al año con menor relación con factores climáticos y el tamaño medio de la camada es de seis a ocho cachorros.

Cambios comportamentales

En cuanto a comportamiento se refiere, los cambios producidos por la domesticación fueron varios. En primer término, disminuyeron la agresividad y las reacciones de escape y de defensa que se observan en los animales salvajes. Como consecuencia, se produjo un aumento de la docilidad, imprescindible para facilitar el manejo de los animales. No obstante, después hubo un aumento de la agresividad que se observa en las razas de guardia, producto de una variación en las metas buscadas por el hombre a través de la selección de individuos que presentan estas características.

La neofilia y la neofobia -es decir, la curiosidad y el miedo ante los estímulos nuevos y eventos poco familiares- son mucho más marcados en el lobo que en el perro. Esto se debe a que los animales excesivamente alertas o hiperactivos que exploraban absolutamente todo lo que acontecía a su alrededor o que se escapaban ante el más mínimo estímulo desconocido, no eran adecuados para el tipo de convivencia que necesitaba el ser humano con un animal doméstico.
El comportamiento sexual también presentó algunos cambios de importancia. Los componentes iniciales del cortejo, que constituyen una parte muy importante del comportamiento sexual del lobo, muchas veces son más reducidos o incluso inexistentes en el perro. Otra característica que presentan los lobos es la monogamia. Aunque los perros muestran preferencias en el momento de la elección de la pareja sexual, resulta muy frecuente observar animales que muestran una mínima selectividad en este aspecto. Todas estas modificaciones en el comportamiento sexual han traído como consecuencia más relevante un incremento de la actividad sexual durante el proceso de domesticación.

La neotenia, retención de características juveniles en la edad adulta, también fue otro de los fenómenos ocurridos durante la domesticación. Debido a esto podríamos afirmar que el perro sería muy parecido en su comportamiento a un lobo en su etapa juvenil.

Vale la pena recalcar nuevamente que los cambios morfológicos, fisiológicos y comportamentales ocurridos durante la domesticación no fueron producto de un cambio individual, sino de un largo proceso evolutivo en el que se vieron involucrados el hombre, el lobo y el perro.

Todos los perros pertenecen a la misma especie


Si consideramos que el perro es un "lobo doméstico", el siguiente interrogante es saber cómo es posible que todas las razas de perros, incluidos los mestizos, pertenezcan a una misma especie.

En primer lugar es importante saber que si bien los perros presentan una gran variabilidad en lo que se refiere al aspecto físico, al tamaño y al color, estas diferencias no alcanzan para demostrar que dos razas de perros -como por ejemplo, el pequinés y el dogo argentino- pertenezcan a especies distintas. Por el contrario, todos los estudios anatómicos han demostrado que esas diferencias son sólo superficiales. La estructura anatómica básica es muy similar si se compara la de un pequinés con la del lobo, la de un dogo con su antepasado salvaje, o la del dogo argentino con el pequinés. Esto mismo es válido en lo que respecta a los perros mestizos, ya que la única diferencia significativa con sus congéneres de pedigrí es que no son sometidos a procesos selectivos ni a apareamientos dirigidos.

En segundo lugar, todas las razas de perros, los mestizos y los lobos son genéticamente compatibles; por eso pueden ser apareados entre sí y producir una progenie fértil. Por supuesto que para poder cruzar un macho pequinés con una hembra dogo argentino sería necesario recurrir, a menos que el pretendiente tomase previamente un curso de escalamiento, a la inseminación artificial.

En tercer lugar es importante señalar que si bien las diferentes razas de perros presentan algunas diferencias particulares en lo que a comportamiento se refiere (Capítulo VI), los patrones básicos son similares en todas las razas existentes, incluyendo, obviamente, a los perros mestizos.

Recuerdo que un día estaba en una playa evaluando, junto a su dueño, el comportamiento de un dogo argentino de cinco meses. Transcurrido cierto tiempo llegó al lugar una persona que venía acompañada de un pequinés macho de cuatro años. Como todo perro en edad juvenil, el dogo fue a buscar a su potencial compañero de juegos con el fin de pasar un buen momento. Sin embargo, el pequinés, que no tenía las mismas intenciones, lo recibió de mal modo. El dogo sorprendido por los ladridos y gruñidos salió corriendo mientras era perseguido por su malhumorado congénere, que después de unos metros interrumpió su persecución y regresó junto a su dueño. El propietario del dogo, perplejo por la situación, me miró apesadumbrado y me consultó acerca de la "cobardía" de su animal. A su vez, el dueño del pequinés, que me reconoció por mi participación en programas de televisión, se acercó para preguntarme el motivo por el cual un "enano cascarrabias" había logrado imponer su voluntad ante un perro cinco a siete veces más grande que él sin pensar en el riesgo que significaba cometer semejante "estupidez".

Comencé por explicarles que la actitud del dogo nada tenía que ver con la cobardía ni la del pequinés, con la estupidez. En realidad si bien el pequinés era pequeño de tamaño, se sentía sumamente poderoso ya que era un perro adulto. A su vez se encontraba en un lugar muy conocido para él, lo cual aumentaba su seguridad. También era probable que al sentirse el dueño del territorio, interpretara que su jurisdicción era invadida por otro macho, lo que seguramente no resultaba de su agrado.

Por el contrario, el dogo acudía al lugar por primera vez. Además, debido a su edad y según las reglas caninas, no tenía derecho a desafiar a un adulto, ni sentía el poder para hacerlo, a pesar de tenerlo. Finalmente, era probable que la actitud de¡ pequinés hubiera sorprendido sobremanera al dogo, que no entendió cómo un animal tan pequeño tenía semejante carácter; asimismo esperaba ser bien recibido por alguien a quien él consideró, a la distancia, un pequeño cachorro.

Apenas terminada mi explicación, el dogo había convencido a su circunstancia¡ contrincante de que no estaba en sus intenciones disputarle dominio alguno ya que sólo quería compartir un sano e inofensivo juego. Esta situación dio origen al nacimiento de dos nuevas amistades: una entre congéneres caninos y otra entre congéneres humanos.

En resumen, tanto el pequinés como el dogo actuaron según sus propias leyes y sensaciones, pero no según las expectativas humanas, debido a que biológicamente eran animales de la misma especie. Una nueva demostración de que si bien eran distintos por fuera, eran iguales por dentro.

Esto confirmaba una vez más que las apariencias engañan.

Fuente: www.comportamientoanimal.com

Extracto del libro "Nuestro perro"
Autor: M.V. Claudio Gerzovich Lis
Comportamiento animal
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