Alteraciones de conducta del perro y gato braquicefalo
Ha sido ampliamente comprobado que el comportamiento de un perro no depende exclusivamente de la raza a la que pertenece. Por el contrario, la genética juega un rol menor comparada con el ambiente de crianza, los estímulos a los que ha sido expuesto y las experiencias vividas por el animal, especialmente durante su etapa de desarrollo comportamental. Sin embargo, algunas características conductuales tienen una heredabilidad moderada, por lo cual se pueden encontrar perros emparentados que exhiben comportamientos problemáticos similares. Además, se ha demostrado que existe una predisposición de algunos biotipos caninos y felinos a tener cierto temperamento, relacionado fundamentalmente con la función originaria de la raza, y con su conformación física. Sumado a esto, la reproducción indiscriminada y poco responsable por parte de criadores que están dispuestos a anteponer lo que consideran belleza y estándares de la raza a la salud del animal, sea por desconocimiento o por mero interés económico, incrementa la probabilidad de padecer enfermedades de origen genético, así como de expresar características comportamentales indeseadas.
En particular, las razas caninas braquicefálicas tienen altos índices de enfermedades hereditarias, motivo por el cual en algunos países se ha prohibido su reproducción, considerando el deterioro sobre el bienestar que éstas acarrean, siendo una fuente de estrés crónico. La propia conformación física de su cráneo y rostro, y los trastornos asociados redunda en incapacidades, tanto físicas (problemas respiratorios, dermatológicos, oftalmológicos, etc.), como comportamentales, debido fundamentalmente a alteraciones en la percepción del entorno y en la comunicación, tanto intra como heteroespecífica.
Por otra parte, existen estudios que han encontrado asociación entre la conformación braquiocefálica (calculando el índice cefálico) con ciertos rasgos de comportamiento, como un mayor apego a los propietarios, mayor interés en el juego con personas, mayor tendencia a la agresión defensiva (de tipo protectiva y por miedo) y menor grado de entrenabilidad, comparados con los meso y dolicocefálicos. Se encontró correlación positiva entre este índice cefálico (que es más alto en braquicéfalos) y conductas de autolamido, agresión intraespecífica, miedo excesivo a extraños y ladrido excesivo.
Existe actualmente en todo el mundo un gran auge de razas que, además de ser braquicefálicas, son de pequeño porte (como el Bulldog Francés y el Pug). Varios estudios corroboran la creciente preferencia por este tipo de perros, basada en los rasgos infantiles del rostro (cara redondeada, mejillas prominentes, ojos grandes redondos y frontales, nariz pequeña) y del cuerpo (miembros cortos, torso compacto, rabo corto). Esto presupone una sumatoria de predisposiciones: el biotipo cefálico ya expuesto, y el tamaño pequeño, que ha sido ampliamente reportado como más excitable, más activo y más reactivo. Además, los perros de talla pequeña suelen ser tratados de manera más antropomórfica por sus propietarios que aquellos de razas más grandes, pudiendo generar problemas de comunicación y manejo como, por ejemplo, conflictos jerárquicos.
En cuanto a los felinos braquicefalicos, se describe una mayor predisposición a padecer problemas de eliminación en las razas persa e Himalaya, que se cree está relacionada con la conformación anatómica del hocico, que incide negativamente sobre su percepción olfatoria y feromonal.
Agradecemos la colaboración para la publicación de este artículo a la Dra. Marina Snitcofsky, DCV, Esp. Etología Clínica, Dipl. Etología
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