La rabia en perros y gatos

La rabia es una enfermedad aguda infecciosa viral del sistema nervioso central ocasionada por un Rhabdoviridae que causa encefalitis aguda con una letalidad cercana al 100 %. Es la zoonosis viral conocida más antigua.

La rabia es una enfermedad zoonótica (transmitida al ser humano por los animales) causada por un virus. El virus de la rabia infecta a animales domésticos y salvajes, y se propaga a las personas con el contacto estrecho con la saliva infectada (a través de mordeduras o arañazos). La enfermedad está presente en casi todos los continentes, pero la mayoría de las muertes humanas se registran en África y Asia.

El virus de la rabia o hidrofobia canina pertenece a la familia Rhabdoviridae, género Lyssavirus tipo 1, tiene forma de bala o bastoncillo y mide entre 130 y 240 por entre 65 y 80 nm. Este virus consta de una sola cadena de ARN. Su envoltura está constituida por una capa de lípidos cuya superficie contiene cinco proteínas estructurales: la G (glico proteína) que alterna con proteínas M1 y M2 (proteínas matriz); en la nucleocápside se encuentran las proteínas N (nucleoproteína), NS (nucleocápside) y L (transcriptasa). La glicoproteína es el mayor componente antigénico, responsable de la formación de anticuerpos neutralizantes que son los que confieren inmunidad. No obstante, es posible que participen otros mecanismos en la protección contra la enfermedad.

El virus de la rabia se encuentra difundido en todo el planeta y ataca a mamíferos, tanto domésticos como salvajes, incluyendo también al ser humano. Se encuentra en la saliva y en las secreciones de los animales infectados y se inocula al hombre cuando animales infectados lo atacan y provocan en el hombre alguna lesión por mordedura. Además el virus puede ser transfundido también cuando un individuo que tiene algún corte en la piel (vía de entrada del virus) tiene contacto con las secreciones salivales de un animal infectado.

La rabia es una enfermedad viral aguda del sistema nervioso central y mortal para quién la contrae, que se transmite al hombre por contacto directo, es por ello que en todos los países se toman medidas para poder prevenir el contagio, así como para contenerla y tratar de eliminarla. La rabia canina es una enfermedad presente en todo el mundo, excepto Australia, las islas británicas y la Antártica.

Aunque el animal portador de la enfermedad de la rabia más común en el mundo es el perro, que a su vez es el principal transmisor de la enfermedad, una vez infectado por el virus cualquier mamífero (hurones, gatos, humanos, etc) puede portarlo y, posteriormente, transmitir la enfermedad por las vías de transmisión normales.

La transmisión de la rabia a personas (zoonosis) u otros animales domésticos también es posible a través de los animales silvestres (o no controlados) como pudieran ser los murciélagos, los mapaches, los zorrillos y los zorros, ya que como mamíferos también pueden ser portadores del virus de la rabia y, por ende, pueden transmitirla a otros mamíferos del entorno.

Aunque todos los mamíferos son susceptibles de contraer la rabia, algunos como los zorrillos pueden llegar a ser portadores asintomáticos.

El virus de la rabia no es capaz de resistir mucho tiempo fuera de un cuerpo con vida, se estima que el virus de la rabia sólo puede permanecer activo durante 24 horas en el cuerpo sin vida de un animal infectado; es por ello, que los cuerpos de los animales infectados con tal enfermedad son incinerados, o enterrados en cal viva, para evitar futuras transmisiones durante ese período.


¿Cómo se transmite la rabia canina?

El método de transmisión de la rabia canina es a través de la saliva de un animal que esté contaminado con el virus, la vía más común es mediante el mordisco de este animal a otro mamífero (otro perro, un gato, un hurón o un humano); sin embargo, se ha documentado algún caso en que el la transmisión del virus de la rabia ha sido a través de partículas de aerosol que flotan en el aire (gran cantidad de murciélagos infectados en una cueva).

El tiempo de incubación del virus de la rabia puede variar según la especie infectada y la distancia existente entre la herida por la que penetra el virus y el cerebro, es decir, producirá síntomas antes un mordisco en el antebrazo que un mordisco en el tobillo. En los perros, los síntomas de rabia suelen aparecer entre las tres y ocho semanas después de haber sido contagiados; en algunos casos menos habituales, se han dado casos de incubación de la enfermedad más largos, hasta seis meses, todo ello dependiendo también de la distancia hasta el cerebro. En el caso de los humanos, los síntomas de la rabia aparecen entre las tres y seis semanas después de contraer la infección, aunque como en el caso de los perros, se han dado casos esporádicos en los que ha habido períodos de incubación más largos.

Los síntomas habituales de la rabia canina, para poder identificarla como tal, suelen producirse en tres fases; aún así, cuando un animal es infectado no siempre presenta todas las fases. Las fases características de la rabia son:

Fase Prodrómica. Esta fase se caracteriza por conductas aprehensivas, se presentan en el perro signos de nerviosismo, ansiedad y aislamiento voluntario. También suele aparecer fiebre. En la primera fase, la conducta habitual del perro suele cambiar; por ejemplo, perros que son amigables actúan de forma recelosa, se asustan con mayor facilidad o se tornan irritables, del mismo modo los perros que suelen ser un poco agresivos pueden tornarse más dóciles y amistosos. La fase prodrómica acostumbra a tener una duración de dos a tres días en el perro infectado.

Fase Furiosa. Aunque esta fase no siempre aparece, si ocurre sus síntomas suelen denominarse como “rabia furiosa”. En esta fase se acentúa la irritabilidad del perro, tanto de forma espontánea como por la aparición de hipersensibilidad a estímulos visuales y/o auditivos. En la fase furiosa, el perro contagiado de rabia está más activo de lo habitual (hiperactividad) y no hace los descansos suficientes. El perro muerde todo aquello que encuentra a su paso o que tiene disponible a su alrededor. A medida que avanza el proceso de la enfermedad, acaban desorientándose y pueden llegar a sufrir convulsiones. En algunos casos, los perros infectados con rabia no sobreviven a esta fase y fallecen. La fase furiosa suele durar entre uno y siete días en los perros rabiosos.

Fase Paralítica. Cuando llega esta fase ocurre lo que se conoce como “rabia muda” o “rabia paralítica”. Como en el caso de la fase furiosa, la fase paralítica no aparece en todos los casos e, incluso, puede acontecer después de la fase prodrómica en lugar de aparecer tras la fase furiosa. Entre sus síntomas se incluye la parálisis de los músculos de cabeza y cuello. Cuando esto ocurre el perro deja de poder tragar y en consecuencia saliva constantemente (sialorrea); además, la mandíbula inferior se paraliza permaneciendo la boca abierta en todo momento, por lo que el dueño puede interpretar que su perro tiene algo atascado en la garganta. En algunos casos, la parálisis muscular de la zona afecta al diafragma y el perro fallece por una insuficiencia respiratoria.

Un perro que haya contraído la rabia no tiene oportunidad de curarse, morirá irremediablemente tras pasar por alguna o por todas las fases de la enfermedad.

Aunque, por el momento, no existe una cura, sí hay vacunas para la rabia que son efectivas para poder prevenir la enfermedad. Lo más idóneo es tener un buen plan de vacunación para nuestro perro en el que se le vacune contra la rabia siendo aún cachorro y en el que la vacunación se repita periódicamente. El tiempo entre cada vacuna depende tanto de la vacuna usada como del riesgo de esta enfermedad en la zona en la que vive el individuo; el veterinario habitual será quién marque la pauta correcta a seguir.

Debido a que el diagnóstico de la enfermedad de la rabia se hace analizando el tejido nervioso del cerebro, es necesario matar al perro para poder diagnosticar si éste tiene rabia o no. En España, país oficialmente libre de rabia, los perros que hayan mordido a una persona deben pasar una inspección veterinaria durante 14 días, transcurridos los cuales se puede determinar que el animal no era infectante en el momento de morder.

Cualquier persona que haya sido mordida por un perro, si éste tiene dueño, el veterinario habitual del mismo puede realizar la observación clínica de los 14 días, si el perro u otro animal no ha podido identificarse o capturarse, y sospecha que puede estar infectado de rabia deberá lavar bien la herida en cuestión con agua y jabón y personarse inmediatamente en un centro de salud para, en caso de ser considerado necesario, recibir una serie de vacunas como tratamiento para así evitar que se presenten los síntomas, en caso contrario, no habrá nada que hacer.

Servicio de educacion al consumidor (S.E.C.)

 



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